Cerrar los ojos.
Abrir un libro al azar.
Teñir de anilina invisible.
Untar un banco.
Deslizar la yema por la página y detenerlo donde la
intuición indique,
donde estallen
los dedos
en palabras que sonrojen
que rían,
que digan por ejemplo: " se puede, en el
recuerdo de una parra, guardar toda la infancia. Con ojos de uva"
Así.
O
"soy lluvia y me escribo en las palmas de las
manos de este papel"
o nada.
Claro, así.
Nada.
Total sigue garuando.
Foto: Anke Merzbach. |
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