Fotos: Tere Korondi. |
El lugar brilla por
su intimidad y ocultamiento donde el espejo se impacta de ademanes y señas no
autorizadas. En conversaciones trascendentales pero inventadas.
Como las de las locas
del este que llegan tarde a sus diálogos y arrancan temprano con monólogos
sueltos de cuerpo y de pared de rebote.
Solo el recuerdo. La
memoria, el juicio fallido, el acto ciego.
En esa intimidad
remota me huele el olfato de un voyeur que imagina el resto del cuento.
Es mi sombra en la
losa resplandeciente empolvada, donde me ve el pensamiento de tu intruso y yo
invito a tu intruso a mi centro.
No hay musa entre
cuatro paredes si de máscaras solo resplandecen silencios y estoy observada por
los ojos de agua.
La idea de mí: el sacrificio intacto de una perturbación
onerosa.
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