-El tema de hoy es “La Confianza ” -dijo Roberto Aguilar mirando a
cámaras-. Tenemos a Mabel -primer plano de Mabel- y a Diego -primer plano de
Diego -escribiendo en un papel aquello que jamás le hubiesen confesado a su
pareja.
Mabel comenzó a escribir. Tachó y terminó rompiendo el papel.
Comenzó otra vez pero sin concentrarse. Música. Paneo del público en sus
gradas. Auspicio de Banco Confiar, niños felices, futuro asegurado. Recogió los
trozos de papel que había tirado al cesto y los rompió en pedazos más pequeños.
Roberto Aguilar, la miró, sonrió, y le dijo:
-No quiero distraerte Mabel, pero ¿cuántos años llevan de
casados?
-Nueve -dijo Mabel, con seguridad de actriz.
Mabel volvió a escribir. Dobló el papel y lo metió en el
sobre.
Diego no escribía. Ahora pensaba en por qué en vez de estar
allí no estaba con su hija, ¡bah!, la hija de Mabel, mirando artesanías por
Plaza Francia. Sofía había cumplido once y le fascinaban las ferias artesanales.
Aguilar se acercó a Diego y le pidió amablemente que
escribiese. La tensión estaba lograda. La cámara se posaba en su cara. Diego, sin
pensarlo, finalmente escribió, metió el papel en el sobre y lo cerró. Después notó
que había un claro olor a supermercado en el ambiente.
Cuando tomó conciencia de lo que había escrito, pensó en cómo
abrir el sobre y destruir el papel sin que nadie lo notase. “Nadie” eran miles
de telespectadores que en ese momento observaban a Roberto Aguilar caminar con
papeles en la mano, explicando a su público: -“La Confianza ” ¿Qué es confiar?
Diego y Mabel han escrito en un papel su secreto más oculto. Eso que jamás se
hubiesen contado. En esos sobres... -primer plano de las manos de Mabel
sosteniendo el sobre y primer plano de las manos, descontroladas por el temblor,
de Diego sosteniendo su sobre- hay una verdad jamás confesada. Mabel... -prosiguió
Roberto-, ¿confiás en tu marido?
-Sí -contestó firmemente Mabel.
-Diego, ¿confiás en Mabel?
-Sí, claro -respondió Diego con una voz que descendía de su
boca hacia el suelo, logrando desencajar la cara del sonidista.
-Bien -continuó Roberto Aguilar -. ¿Serían capaces de
perdonar?
Mabel y Diego se miraron y asintieron con la cabeza, serios.
-¿Serían capaces de perdonar y seguir confiando? -dijo el
conductor mirando a Diego y a Mabel alternativamente.
-Sí -dijeron ambos en voz muy baja.
-Bueno, con ese tono no parecen muy seguros -dijo Roberto.
Un cartel con la palabra “Risas” se elevó frente al público, quien
obedientemente lanzó su carcajada.
-Sí, sí, soy capaz -dijo Mabel sonriendo.
-Sí, yo también -agregó Diego.
-Bueno, ahora -continuó Roberto Aguilar -parece que podemos
creerles. Bien, ahora Mabel, entregale el sobre a Diego. Diego, entregale el
sobre a Mabel.
Diego se levantó de su silla, se acercó a Mabel y le entregó
el sobre. Mabel le dio el suyo.
Los camarógrafos, hábilmente, enfocaban las manos de Diego y
Mabel que sostenían el sobre con el secreto inconfesable de su pareja. Luego
sus caras serias.
-Bien- dijo Roberto. -Ahora tienen el secreto en sus manos -cámara
sobre las manos de Mabel pasando sus dedos sobre el sobre cerrado-. -Mabel, ¿qué
pensás que escribió Diego? ¿Qué es lo que está confesando?
Mabel sonrió nerviosa, se encogió de hombros y no pronunció
palabra.
-¿Una infidelidad? -sugirió Roberto.
-Mmm... puede ser, no sé -contestó Mabel con una sonrisa
forzada.
-¿Serías capaz de perdonar, Mabel?
-Sí -respondió.
-Diego -dijo Roberto -¿Serías capaz de perdonar?
-Sí -contestó Diego.
-Entonces... Mabel, podés abrir el sobre -dijo Roberto,
mirándola fijamente.
El silencio en el estudio era absoluto. Los asistentes se
miraban entre sí, nerviosos.
Mabel hacía girar el sobre en sus manos sin quitarle la
vista.
Diego tenía pánico. Su atención estaba en las manos de Mabel.
Transpiraba. Su gesto era tan desagradable que los camarógrafos dejaron de
enfocarlo.
Mabel daba vuelta el sobre una y otra vez. Ahora pensaba en
si después de abrirlo tendría que leer lo escrito al aire. Si fuese así,
Roberto Aguilar la habría traicionado. Eso estaba muy mal. Aguilar le había
pedido su confianza y ella se la había dado. No era posible.
-Si lo vas a
perdonar... -dijo Roberto, aliviando la tensión -... podés decidir no abrir el
sobre... y romperlo.
Un solo suspiro sonó en el estudio. El sonido fue tal que
desencadenó risas nerviosas y murmullos.
Mabel sonrió, se relajó, levantó el sobre y lo rompió en
varios pedazos.
No hizo falta elevar el cartel de “aplausos”. El público,
asistentes y hasta camarógrafos comenzaron a aplaudir. Hasta Diego tuvo el
impulso pero se contuvo. Luego comenzó a sonreír, también aliviado. Fue tal el
alivio que volvió a prestar atención al olor a supermercado. Se acomodó el
saco. Notó que estaba empapado.
-Diego... -dijo Roberto -podés abrir el sobre, o no.
Diego, en un arranque de complicidad con la producción del
programa y la medición de rating, tomó histriónicamente el sobre como para
abrirlo. Roberto Aguilar sintió un escalofrío. La tensión se instaló otra vez
en el ambiente. Pero Diego ubicó el sobre frente a sus ojos y lo rompió en
pedacitos muy chicos mientras la gente aplaudía otra vez, muy entusiasmada.
Roberto Aguilar hizo alarde de sus dotes de conductor y
psicólogo en un gran final de programa que llegó a casi 30 puntos de rating.
Habló del perdón, de la confianza. Invitó a Mabel y a Diego a acercarse y
abrazarse. Les regaló cenas en dos excelentes restaurantes, entradas para el
cine y flores.
Música, lágrimas, abrazos y títulos subiendo por la
pantalla.
Mabel y Diego seguían abrazados cuando se dieron cuenta de que
el programa había terminado.
Roberto Aguilar muy educadamente se acercó a ellos, les
agradeció la confianza y les regaló un ejemplar autografiado de su último éxito
editorial.
Ya era tarde y Sofía se había quedado sola, por eso se
fueron apurados del estudio.
Cuando llegaron a casa, Sofía estaba dormida. Había dejado
varios indicios de su comida en soledad: la mayonesa fuera de la heladera,
migas de pan por toda la mesada y el papel plástico de dos hamburguesas
congeladas. El dvd y el televisor estaban apagados.
Mientras Mabel entraba al baño, Diego guardó “Shrek” en la
cajita, para devolverla al día siguiente.
Por supuesto que no le habían dicho nada a Sofía sobre su
participación estelar en “Relaciones Críticas”. Ambos estuvieron totalmente de
acuerdo en que no correspondía que viese el programa. Tampoco le comentaron a
Enrique y Susana, ni a Carlos. Tampoco a los padres de Diego. En realidad hubiesen
querido que nadie se enterase de que habían estado en la tele. ¿Para qué fueron
al programa entonces? En general quienes participan en programas televisivos lo
hacen para salir en la tele y que los vean. En este caso estaba claro que la
motivación de Mabel, y mucho menos la de Diego, no tenía que ver con la mirada
de sus parientes y amigos.
Mientras Diego iba al baño, Mabel se acostó y encendió la
tele. Cambió de canal hasta dejarlo en el Discovery. Tomó su libro de la mesa
de luz, se acomodó en el almohadón e intentó seguir con la novela de Stephen
King. Diego salió del baño, se acostó y se calzó los auriculares de su discman.
Mientras esperaba que Mabel, a las dos o tres páginas, se durmiese, pensó en lo
que había escrito en el papel. Algo podría haberse quebrado. No debía haberlo
escrito jamás.
Mabel ya dormía con el libro abierto sobre su pecho cuando
Diego apartó las sábanas y se sentó en la cama para levantarse.
Se quedó un rato pensando en las hamburguesas. Uno de los
indicios de la comida de Sofía fue un envoltorio de hamburguesas. Un único
papel plástico que contenía dos hamburguesas congeladas, inexorablemente
pegadas. Diego pensó en cómo habría hecho Sofía para despegarlas, y luego se
levantó.
Diego, descalzo, dejó de pensar en las hamburguesas y caminó
sigilosamente hasta el cuarto de Sofía. Se arrodilló frente a su cama, levantó
muy lentamente las sábanas y comenzó a acariciarla, sabiendo que su hija, ¡bah!,
la hija de Mabel, jamás dejaría de confiar en él.
Hola Humberto,
ResponderEliminarMe gustó el cuento titulado Confianza. Me atrapó de entrada. La situación de la pareja, los nervios, el suspenso y la tensión televisiva. Lográs que uno trate de meterse en la cabeza de los personajes, y tratar de imaginarse que piensan. Cosa difícil en el arte del cuento. No estoy seguro de haber comprendido el desenlace del final. Pero creo que es lo que uno debe quedarse pensando, qué es la confianza sino mas que pensar en el otro.
te saludo con confianza, y te felicito por tu trabajo.
un saludo
Luciano