La lengua crea sus caminos de ausencia,
pide peras al olmo,
asegura bajo siete llaves la trampa de la pena y sus pasos.
Transforma rincones de orfandad y casas vacías
en la trastienda de las dependencias,
donde todo ocurre más allá del no, del quizá y sus histerias.
La lengua se hace otra por las noches,
cuando escribe su refugio,
huye del miedo, lo hace olvido, eco que se va cantando bajo.
Quizá por las noche casa sea la boca que no aprende a callar,
casa sea el grito que la boca elige para escribir su historia.
Kostas Ntios |
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